miércoles, 25 de febrero de 2009

Juan Ramón y el Dr. Coomaraswamy

Una curiosidad. El domingo leía un artículo de Ananda K. Coomaraswamy sobre la psicología tradicional india y el lunes me lo encontré donde no hubiera imaginado encontrarlo: en un libro de poesía de Juan Ramón Jiménez. Aparece, sí, en Diario de un poeta reciencasado (1916). El poeta español lo conoció en Nueva York. Poema «National Arts Club» de la sexta parte. Transcribo datos de varias fuentes, de una nota a pie de página de la edición que uso: «El orientalismo de Juan Ramón y su interés en Tagore les llevaron a asistir a un concierto dado por la cantante india Ratán Deví el 13 de abril en el Princess Theater. La mujer [...] se sentaba en el suelo entre flores de la Pascua y cantaba canciones de su pueblo que su marido, el Dr. Coomaraswamy, explicaba al público. Los Jiménez asistieron a un banquete en honor de la pareja india en el National Arts Club [...] Coomaraswamy nos enseñó la tambora. Estamos contentos»[1].

Aparece, además, en otro texto excluido del Diario. Dice cosas bonitas –poéticas– de Ratan Devi y su cantar, y cuenta la siguiente anécdota:

«Al salir voy a saludar a Ratan Devi y a su Dr., que toman helados con Agripina, la Abuela de las Ninfas [...] Y le ruego que me diga dónde puedo hallar las canciones persas e indias que acaba de cantar. Entonces me ofrece la última línea del programa, que dice: "The numbers following title song indicate the location of song in Book of Words". Y se va del brazo de la mujer de Rubens [...] Y el indio compañero de Francis Thompson, las manos entre las piernas, se reía, doblado, como un niño.»[2]


No se me ocurre por qué llama a A. K. Coomaraswamy «compañero de Francis Thompson» pero, según nota del editor, este poeta inglés (1859-1907) describe, en su principal obra, The Hound of Heaven, «la búsqueda de Dios por el hombre»[3], búsqueda que no resulta por cierto ajena al autor indio, aunque el campo de escritura de éste no fuera la poesía sino los estudios tradicionales. (Descubro por la Wikipedia, un poco sorprendido de tanta coincidencia de nombres cercanos, que este poeta fue reconocido como una importante influencia literaria por... Tolkien.) Pero lo que más me llama la atención es la imagen que da Juan Ramón del indio que, «las manos entre las piernas, se reía, doblado, como un niño». No es algo que uno esperaría normalmente de un hombre de su erudición; aunque ya sabemos, claro, que aquel indio no era exactamente (o no sólo) un erudito. Parece una persona agradable, el Dr. Coomaraswamy, en el breve retrato –fugaz pero brillante– de Juan Ramón.

Ha sido un poco como un cruce entre dos mundos familiares, o como ver de pronto una fotografía viejísima de un conocido con el que charlas de vez en cuando.

[1]: Juan Ramón Jiménez, Diario de un poeta reciencasado (1916) (ed. de Michael P. Predmore), Cátedra, Madrid, 2001, p. 279, nota 239.
[2]: Íbid., p. 344.
[3]: Íbid., p. 155, nota 35.

martes, 24 de febrero de 2009

Más que nosotros mismos

«Y tenemos la doctrina de no buscar la divinidad fuera de nosotros, teniéndola junto a nosotros, qué digo, dentro, más que nosotros mismos estamos dentro de nosotros.»


Palabras de Giordano Bruno, La cena de las cenizas [visto en Baldanders]. Me recuerda a esto otro:

«Estoy más cerca de ti
que tú mismo,
más que tu alma,
más que tu aliento.»


Palabras que dice el Señor en un poema de Ibn ‘Arabi. «Nadie es más íntimo que Yo», dice otro verso del mismo poema.

viernes, 20 de febrero de 2009

Publicidad y sociedad de consumo

Hace tiempo escribí aquí algo sobre "publicidad sin respeto", deteniéndome en una cita de un texto de Pragmática donde se explicaba que la "identificación del consumidor potencial con un estereotipo" es la base de la publicidad actual. El siguiente texto de Eckhart Tolle clarifica mucho las cosas a ese respecto:

«Los de la industria de la publicidad saben muy bien que, para vender cosas que la gente en realidad no necesita, deben convencerla de que esas cosas añadirán algo al modo en que se ven a sí mismos o a cómo son vistos por los demás; en otras palabras, que añaden algo a su sentido del yo. Esto lo hacen, por ejemplo, diciéndote que usando tal producto destacarás de la multitud y, en consecuencia, serás más tú mismo. O pueden crear en tu mente una asociación entre el producto y una persona famosa, o una persona juvenil, atractiva o con aspecto de ser feliz. Hasta las imágenes de antiguas celebridades en sus mejores momentos sirven para este propósito. La suposición tácita es que, por algún acto mágico de apropiación, al comprar ese producto te vuelves como ellos, o más bien como su imagen superficial. Y así, en muchos casos, no estás comprando un producto sino un "realzador de la identidad". Las marcas son, básicamente, identidades colectivas a las que te incorporas pagando. Son caras y, por lo tanto, "exclusivas". Si todo el mundo pudiera comprarlas, perderían su valor psicológico y no quedaría más que su valor material, que probablemente es solo una fracción de lo que pagaste.»*


Pero la publicidad es sólo un aspecto de algo más grande: la sociedad de consumo, que igualmente tiene su base en la identificación con la forma. Es una sociedad muy basada en la disfunción egoica:

«Paradójicamente, lo que mantiene en marcha la llamada "sociedad de consumo" es el hecho de que intentar encontrarte a ti mismo a través de las cosas no funciona. La satisfacción del ego dura poco, y tú sigues buscando más, comprando, consumiendo. [...] La identificación del ego con las cosas crea apego a las cosas, obsesión por las cosas, lo que a su vez crea nuestra sociedad de consumo y sus estructuras económicas, donde la única medida del progreso es siempre más. La búsqueda descontrolada de más, de crecimiento infinito, es una disfunción y una enfermedad.»*

[*]: Eckhart Tolle, Un nuevo mundo, ahora (2005), cap. 2.

domingo, 15 de febrero de 2009

Pecado

«Según las enseñanzas cristianas, el estado colectivo normal de la humanidad es el del "pecado original". Pecado es una palabra que se ha malentendido y malinterpretado muchísimo. Traducida directamente del griego antiguo en el que está escrito el Nuevo Testamento, pecar significa fallar en un objetivo, como un arquero que no da en el blanco, de modo que pecar significa no acertar con el sentido de la existencia humana. Significa vivir torpemente, ciegamente, y como consecuencia sufrir y causar sufrimientos. Una vez más, la palabra, despojada de su bagaje cultural y sus malas interpretaciones, señala la disfunción inherente en la condición humana.»

Eckhart Tolle, Un nuevo mundo, ahora (2005), cap. 1.


Considerar el pecado de esta manera, en su sentido original, puede reducir, creo, el drama que conlleva el sentimiento de culpa, tan arraigado en Occidente, que puede tener su lugar si lleva al arrepentimiento, pero que en una versión desproporcionada te puede bloquear incapacitándote para resolver el problema.

El autor relaciona la concepción judeocristiana del pecado original con la hindú de maya (el velo del engaño) y la budista de la mente que genera dukkha (sufrimiento, insatisfacción o desdicha). Todo apunta a la misma disfunción: el ego.

jueves, 12 de febrero de 2009

Relacionando

«Simplemente mantén la fuente,
Y no te preocupes de las ramas.»

(Shôdoka)


Esto me ha recordado a Mt 6, 25-34, a Jesús invitando a no preocuparse. Especialmente:

«Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura.» (Mt 6, 33)


La fuente, el Reino. Mantener o buscar: cuestión de perspectiva y de lenguaje. Santa Teresa de Jesús sintetiza: «Sólo Dios basta».

lunes, 9 de febrero de 2009

Sobre Chihiro y el Sin Cara

En El viaje de Chihiro, de Hayao Miyazaki, hay algo interesante en la relación entre Chihiro y el Sin Cara: en la transformación de él, propiciada por la naturalidad y el respeto con que ella le trata. Él tiene una sed de cosas que nunca se satisface, en el fondo una sed de atención. Chihiro no le da lo que pide, no entra en su juego, no acepta las sales de baño que le da porque ya tiene bastante, no acepta su (falso) oro porque no lo necesita. Pero tampoco le rechaza; le trata en cierto modo como a un niño pesado, sin conceder sus caprichos, sin violentarse. Él se enfurece porque no obtiene lo que desea, se convierte en un monstruo, devora y exige. Finalmente, vomita cuanto ha devorado, vuelve a ser una débil sombra, se hace inofensivo y aun útil, un amigo en realidad, ya no una amenaza. ¿Qué ha pasado? Aparte de darle el pastel-vomitivo cuando al fin se dispone a devorarla (y ojo, se lo da sabiendo que es algo que cura), ¿ha hecho algo Chihiro para provocar toda esa crisis-transformación? Ella, tan natural que probablemente ni siquiera lo sabe, no ha hecho desde el principio más que comportarse con respeto en todo momento, con él y consigo misma, en lugar de tratarlo como a un enemigo: no es malo en realidad, dice. Lo ve. Nada más, y nada menos.